La República 16 de agosto de 2011
FAUNA COSTERA
Cada vez que el frío invernal da una
pequeña tregua, la Rambla de Montevideo vuelve a lucir su esplendor y regresan a
ella sus pintorescos personajes. Algunos a pie, otros en bicicleta, en patines
o motorizados. Entre éstos, algunos se empecinan en musicalizar su entorno y
otros prefieren aturdir con los ruidosos motores de sus autos tuneados. Los
motociclistas suelen alternar sus rondas con descansos en sus diferentes bastiones:
la estación de servicios del faro o frente al Mambo del Parque Rodó. También
hay unas nuevas patinetas motorizadas, comandadas a control remoto o con un
brazo -como si fuera una lancha con motor fuera de borda-, a las que no le
encuentro ninguna gracia. Si querés vértigo pedaleá rápido o comprate una moto,
y por supuesto no vayas por la vereda. Por suerte cada vez hay más cultura
saludable y los corredores se han multiplicado, claro que por su estilo es posible
diferenciar a los deportistas de toda la vida de los que se calzaron los
championes cuando se lo recomendó el médico o la dieta del momento.
También es muy bonito ver los adolescentes
en grandes y bulliciosos grupos dedicados al trille y franeleo, acompañados de
mate o cerveza. Los mismos que en los períodos electorales coparán los
semáforos con banderas y volantes, pero sin olvidar su principal cometido: el
trille y el franeleo. Luego están las parejitas que se la pasan “chuponeando” como
si creyeran la versión apocalíptica de las profecías mayas. A pesar que alguno
se escandalice, ese trenzado de cuerpos nos evita un atentado al pudor
aún mayor ya que de esta forma esconden la inevitable erección del muchachito. Luego están los mayores, ocultos en los autos aunque
su franeleo sea más moderado. Sobre todo los que se ven entre semana y con ropa
de trabajo, que incluso demuestran cierta tensión, con esporádicas miradas
hacia afuera, chequeando que nadie los vea. Posiblemente porque sea de las
primeras aproximaciones con un colega o directamente porque están de trampa y
por eso no van a tomar un café a un lugar público. Entre ellos el tema de
conversación seguramente sea sus crisis de pareja, donde el/la compañero/a le
ofrece toda su comprensión. También están los más veteranos que van a leer el
diario y tomar mate, a veces acompañados por la suegra. O bien las familias que
van preparados como para un camping y algunos no tienen mejor idea que sentarse
en las sillas de playa en medio de la ciclo vía, mientras los nenes corretean a
su alrededor, a riesgo de ser atropellados por un ciclista.
Otros infaltables son los pescadores que a
veces están con algún amigo o con quienes hicieron amistad al compartir esta
rutina, pero también hay muchos que se pasan horas solos, observando el agua,
los barcos, el sol y su tanza, con toda la paciencia del mundo. A diferencia de
los pescadores que se sientan de espaldas al agua y le tiran el anzuelo a
cuanto espécimen pasa frente a ellos.
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