La República 27 de agosto de 2011
MILLONARIOS GENEROSOS
Hace unos días el multimillonario Warren
Buffett, en un artículo publicado en el New York Times, pedía al presidente
Obama que “dejen de mimar a los superricos”
argumentando que por ejemplo a él se le aplicaba una deducción por concepto
impositivo de poco más de un 17% cuando a un empleado promedio se le deduce un
36%. Resulta sorprendente una
declaración así proveniente de un magnate, aunque este señor también es
reconocido por su filantropía, claro que no parece tan difícil ser generoso
cuando se tiene un patrimonio estimado de U$S 52 mil millones –el PBI anual de
Uruguay ronda los 40 mil millones- pero digamos que en cualquier caso no es a
lo que nos tienen acostumbrados estos señores. Pero por suerte parece ser
contagioso porque poco después 16 de los hombres y mujeres más ricos de Francia
enviaron una carta a Sarkozy pidiendo más impuestos para ellos y así poner el
hombro a la crisis que están viviendo en ese país.
Lo que resulta más sorprendente es que tengan
que ser estos afortunados empresarios los que reclamen a los gobiernos por algo
que debía surgir de ellos (o del sentido común). En cambio los políticos en épocas
de crisis prefieren enfrascarse siempre el mismo debate a la hora de reducir la
deuda: los conservadores se inclinan por reducir el gasto social -justo en el
momento que más se necesita- a costa de no subir los impuestos, principalmente
a sus eternos protegidos, los más privilegiados, y la población se suele volcar
hacia estos partidos para evitar los impuestos. Por ejemplo en España, uno de los países más
comprometidos en la crisis europea, la discusión se zanjó con una serie de
medidas que incluyeron recorte de gastos y suba de impuestos –y todo el mundo
puso el grito en el cielo- pero por ejemplo no se tocó un euro del presupuesto
de la Casa Real ni de la Iglesia, cuando por ejemplo el Rey de España no se
puede decir que dependa exclusivamente de ello ya que es un empresario con acciones
en Repsol, entre otras mega empresas. Por su parte la Iglesia española sigue
sin terminar La Sagrada Familia y acaba de gastar 50 millones de euros en la
visita de Ratzinger. Buena parte de ellos destinados a los dispositivos de
seguridad para que los indignados del 15 M no se lo coman crudo.
Obviamente la actitud de estos sensatos empresarios
franceses también persigue un beneficio propio, pero no tuvieron ningún prurito
en manifestar que “… quieren continuar beneficiándose del modelo económico y de
bienestar francés y conscientes del clima europeo en el que se encuentran quieren
contribuir a preservarlo”. O sea, estos tipos finalmente se dieron cuenta que
para mantener el sistema “saludable” tienen que evitar que se coma su propia
cola o dicho de otra manera, controlar la codicia antes de atragantarse al
intentar comerse todo el pastel.
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